Legiones mortales de humanos, duardin y aelves que alzan estandartes, pólvora y fe. Sus urbes amuralladas son baluartes de ingenio y tenacidad frente a la marea constante del caos y la anarquía.

Cultos aelfos sedientos de sangre que rinden culto a Khaine bajo la mirada de Morathi. Sacerdotisas y gladiadoras entrelazan danzas letales y cuchillas envenenadas, consagrando cada combate como un sacrificio ritual a su dios de la guerra.

Duardin mercenarios vinculados al oro ígneo de Grimnir. Cubiertos de runas candentes y juramentos enano, combaten entre ríos de magma con hachas de obsidiana y un fervor que arde sin fin.

Aelves abisales que surgen de las profundidades marinas envueltos en corrientes etéreas. Roban almas con silenciosa celeridad, dejando tras de sí un vacío tan helado como las aguas que los engendraron.

Corsarios celestes que surcan las nubes en naves acorazadas. Su código de honor mercantil y armas aethermáticas convierten el cielo en una autopista de pólvora, contratos y ambición vertiginosa.

Aelves de Hysh que buscan la iluminación perfecta; armonizan filosofía, arte y disciplina marcial mientras convocan espíritus elementales de montaña, río y viento para proteger la pureza de su reino.

Ancestrales guerreros reptilianos descendidos de los cielos estelares. Cada escama resplandece con un propósito cósmico, marchando al compás de profecías que trazan el equilibrio universal.

Guerreros relucientes forjados en los cielos por Sigmar. Almas templadas por el trueno que descienden en relámpagos dorados para llevar justicia implacable a los rincones más oscuros de los Reinos Mortales.

Espíritus arbóreos que personifican la furia y belleza del bosque. Raíces colosales, pétalos letales y cánticos de savia defienden los santuarios verdes contra todo aquello que hiera la esencia de la vida.